DIA DE MUERTOS
El Día de Muertos es una celebración tradicional de
origen mesoamericano que honra a los difuntos.1 Se celebra principalmente los
días 1 y 2 de noviembre, aunque en algunos lugares comienza desde el 31 de
octubre, coincidiendo con las celebraciones católicas de Día de los Fieles
Difuntos y Todos los Santos.
El culto a la muerte en México no es algo nuevo, pues ya
se practicaba desde la época precolombina.3 Asimismo, en el calendario mexica,
que se localiza en el Museo de Antropología, se puede observar que entre los 18
meses que forman este calendario, había por lo menos seis festejos dedicados a
los muertos.4 Posteriormente, los evangelizadores cristianos de tiempos
coloniales aceptaron en parte las tradiciones de los antiguos pueblos
mesoamericanos, fusionándolas con las tradiciones europeas, para poder implantar
el cristianismo entre dichos pueblos.
Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en
México son anteriores a la llegada de los españoles. Hay registro de
celebraciones en las etnias mexica, maya, purépecha y totonaca. Los rituales
que celebran la vida de los ancestros se realizan en estas civilizaciones desde
la época precolombina. Entre los pueblos prehispánicos era común la práctica de
conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que
simbolizaban la muerte y el renacimiento.
El festival que se convirtió en el Día de Muertos se
conmemoraba el noveno mes del calendario solar mexica, cerca del inicio de
agosto, y se celebraba durante un mes completo. Las festividades eran
presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la "Dama de la
Muerte" (actualmente relacionada con "La Catrina", personaje de
José Guadalupe Posada) y esposa de Mictlantecuhtli, Señor de la tierra de los
muertos. Las festividades eran dedicadas a la celebración de los niños y las
vidas de parientes fallecidos.
El paso de la vida a la muerte es un momento emblemático
que ha causado admiración, temor e incertidumbre al ser humano a través de la
historia. Por muchos años, en diversas culturas se han generado creencias en
torno a la muerte que han logrado desarrollar toda una serie de ritos y
tradiciones ya sea para venerarla, honrarla, espantarla e incluso para burlarse
de ella. México es un país rico en cultura y tradiciones; uno de los
principales aspectos que conforman su identidad como nación es la concepción
que se tiene sobre la vida, la muerte y todas las tradiciones y creencias que
giran en torno a ellas.
De cualquier modo, hay que destacar que esta celebración
no es propia de todos los mexicanos puesto que, pese a ser una fiesta que se ha
convertido en un símbolo nacional y que como tal es enseñada (con fines
educativos) en las escuelas del país, existen muchas familias que son más
apegadas a celebrar el “Día de todos los Santos” como lo hacen en otros países
católicos. Además, cabe mencionar la fuerte influencia de los Estados Unidos
que, al menos en zonas fronterizas, se evidencia con la presencia de la fiesta
conocida como Halloween, la cual se celebra cada año con más frecuencia y en un
mayor número de hogares. De ahí también que exista una inquietud entre los
propios mexicanos de querer preservar el Día de Muertos como parte de la
cultura mexicana sobre otras celebraciones parecidas.
El altar de muertos
Como ya comentamos, el altar es la representación
iconoplástica de la visión que todo un pueblo tiene sobre el tema de la muerte,
y de cómo en la alegoría conduce en su significado a distintos temas implícitos
y los representa en forma armónica dentro de un solo enunciado.
El altar de muertos es un elemento fundamental en la
celebración del Día de Muertos. Los deudos tienen la creencia de que el
espíritu de sus difuntos regresa del mundo de los muertos para convivir con la
familia ese día, y así consolarlos y confortarlos por la pérdida.
El altar, como elemento tangible de tal sincretismo, se
conforma de la siguiente manera. Se coloca en una habitación, sobre una mesa o
repisa cuyos niveles representan los estratos de la existencia. Los más comunes
son los altares de dos niveles, que representan el cielo y la tierra; en
cambio, los altares de tres niveles añaden a esta visión el concepto del
purgatorio. A su vez, en un altar de siete niveles se simbolizan los pasos
necesarios para llegar al cielo y así poder descan- sar en paz. Este es
considerado como el altar tradicional por excelencia. En su elaboración se
deben considerar ciertos elementos básicos. Cada uno de los escalones se forra
en tela negra y blanca y tienen un significado distinto.
En el primer escalón va colocada la imagen de un santo
del cual se sea devoto. El segundo se destina a las ánimas del purgatorio; es
útil porque por medio de él el alma del difunto obtiene el permiso para salir
de ese lugar en caso de encontrarse ahí. En el tercer escalón se coloca la sal,
que simboliza la purificación del espíritu para los niños del purgatorio. En el
cuarto, el personaje principal es otro elemento central de la festividad del Día
de Muertos: el pan, que se ofrece como alimento a las ánimas que por ahí
transitan. En el quinto se coloca el alimento y las frutas preferidas del
difunto. En el sexto escalón se ponen las fotografías de las personas ya
fallecidas y a las cuales se recuerda por medio del altar.
Por último, en el séptimo escalón se coloca una cruz
formada por semillas o frutas, como el tejocote y la lima.
Las ofrendas y su significado
Las ofrendas deben contener una serie de elementos y
símbolos que inviten al espíritu a viajar desde el mundo de los muertos para
que conviva ese día con sus deudos.
Entre los elementos más representativos del altar se
hallan los siguientes:
Imagen del difunto. Dicha imagen honra la parte más alta
del altar. Se coloca de espaldas, y frente a ella se pone un espejo para que el
difunto solo pueda ver el reflejo de sus deudos, y estos vean a su vez
únicamente el del difunto.
La cruz. Utilizada en todos los altares, es un símbolo
introducido por los evangelizadores españoles con el fin de incorporar el
catecismo a una tradición tan arraigada entre los indígenas como la veneración
de los muertos. La cruz va en la parte superior del altar, a un lado de la
imagen del difunto, y puede ser de sal o de ceniza.
Imagen de las ánimas del purgatorio. Esta se coloca para
que, en caso de que el espíritu del muerto se encuentre en el purgatorio, se
facilite su salida. Según la religión católica, los que mueren habiendo
cometido pecados veniales sin confesarse deben de expiar sus culpas en el
purgatorio.
Copal e incienso. El copal es un elemento prehispánico
que limpia y purifica las energías de un lugar y las de quien lo utiliza; el
incienso santifica el ambiente.
Arco. El arco se coloca en la cúspide del altar y
simboliza la entrada al mundo de los muertos. Se le adorna con limonarias y
flor de cempasúchil.
Papel picado. Es considerado como una representación de
la alegría festiva del Día de Muertos y del viento.
Velas, veladoras y cirios. Todos estos elementos se
consideran como una luz que guía en este mundo. Son, por tradición, de color
morado y blanco, ya que significan duelo y pureza, respectivamente. Los cirios
pueden ser colocados según los puntos cardinales, y las veladoras se extienden
a modo de sendero para llegar al altar.
Agua. El agua tiene gran importancia ya que, entre otros
significados, refleja la pureza del alma, el cielo continuo de la regeneración
de la vida y de las siembras; además, un vaso de agua sirve para que el
espíritu mitigue su sed después del viaje desde el mundo de los muertos.
También se puede colocar junto a ella un jabón, una toalla y un espejo para el
aseo de los muertos
Flores. Son el ornato usual en los altares y en el
sepulcro. La flor de cempasúchil es la flor que, por su aroma, sirve de guía a
los espíritus en este mundo.
Calaveras. Las calaveras son distribuidas en todo el
altar y pueden ser de azúcar, barro o yeso, con adornos de colores; se les
considera una alusión a la muerte y recuerdan que esta siempre se encuentra
presente.

Comida. El alimento tradicional o el que era del agrado de los fallecidos se pone para que el alma visitada lo disfrute.
Pan. El pan es una representación de la eucaristía, y fue
agregado por los evangelizadores españoles. Puede ser en forma de muertito d e
Pátzcuaro o de domo redondo, adornado con formas de huesos en alusión a la
cruz, espolvoreado con azúcar y hecho con anís.
Bebidas alcohólicas. Son bebidas del gusto del difunto
denominados “trago” Generalmente son “caballitos” de tequila, pulque o mezcal.
Objetos personales. Se colocan igualmente artículos
pertenecientes en vida a los difuntos,
con la finalidad de que el espíritu
pueda recordar los momentos de su vida. En caso de los niños, se emplean sus
juguetes preferidos.
Diferentes días,
diferentes ánimas
De acuerdo a la Iglesia Católica, los días señalados para
honrar a los muertos son el 1 y 2 de noviembre, días de Todos los Santos y
Fieles Difuntos, respectivamente. Sin embargo, para quienes siguen las
costumbres indígenas, la celebración comienza la última semana de octubre y
finaliza los primeros días de noviembre.
"ABRID LAS PUERTAS Y LAS VENTANAS, LOS
CORAZONES...¡PRENDED LAS LUCES! GUARDAD SILENCIO, QUE VIENEN YA"
Así, en algunas regiones los festejos comienzan el 25 o
28 de octubre, y finalizan, dependiendo de las costumbres locales, el 2 o 3 de
noviembre. Cuenta la historia y la tradición que ha pasado de boca en boca
entre generaciones, que las ánimas llegan en orden a las 12 horas de cada día,
siendo el orden más generalizado:
28 de octubre: día en que se recibe a los que murieron a
causa de una accidente y nunca pudieron llegar a su destino, o bien, los que
tuvieron una muerte repentina y violenta.
29 de octubre: a los ahogados.
30 de octubre: a las ánimas solas y olvidadas, que no
tienen familiares. que los recuerden; los huérfanos y los criminales.
31 de octubre: a los limbos, los que nunca nacieron o no
recibieron el bautismo.
1 de noviembre: a los niños, también referidos como
"angelitos".
2 de noviembre: a los muertos adultos.
Sin embargo, este orden varía en cada región. Por
ejemplo, en Puebla y Veracruz los días 29 y 30 de octubre se celebra a los
fallecidos nuevos, de no más de un año; considerando además, que los que
murieron el mes anterior a la celebración no reciben ofrenda, pues carecen de
tiempo para obtener permiso de volver. En algunas regiones del sur del país, el
día 31 se espera a nuestros ancestros, a los muertos de los muertos, a los que
no conocimos.
Otro buen ejemplo es Baja California, donde el 2 de
noviembre se reciben a todas las ánimas, o el grupo Tzeltal en Chiapas, que se
rige por el calendario maya y su celebración va del 15 de octubre al 2 de
noviembre.
La cantada
En
Naolinco, el 2 de Noviembre, se hace presente una tradición que data de tiempos
prehispánicos, cuando los totonacas dominaban estas tierras: la Cantada, ritos
que, a través de las generaciones, manifiestan la fe y la cultura de un pueblo
que recuerda a sus antepasados con especial devoción.
Ésta
fue una fiesta que se impuso y transformó, a pesar del mestizaje con los
españoles, puesto que los frailes franciscanos, que se establecieron en 1542 en
esta región, adoptaron los cantos que los indígenas entonaban a los muertos y
los convirtieron en alabanzas destinadas a los santos y a la Virgen, lo que
permitió que esta costumbre sobreviviese hasta nuestros días.
Dicen
que México es el único país que celebra a la muerte con alegría, esto se hace
patente en la noche del 1 de noviembre, cuando cientos de familias naolinqueñas
y visitantes acuden al cementerio, en medio de un ambiente festivo, para
esperar a los diferentes grupos que participarán en la Cantada.
Es
un cementerio tradicional, aquí las tumbas son parte del espectáculo y están
iluminadas. Pequeñas capillas, enormes monumentos, ángeles, cruces y vírgenes
están destinados a salvaguardar los hogares que los humanos construyen para
descansar y ser recordados, son el escenario en el que se presentarán los
protagonistas de la noche: los cantantes.
En
cuanto los vecinos empiezan a entonar en la capilla dedicada a la Virgen del
Carmen las Alabanzas, es decir, aquellos versos en los que el solista canta
diferentes versos y el coro le contesta repitiendo siempre la estrofa inicial,
se hace un silencio respetuoso. De ahí pasan a las tumbas de los fallecidos
para dedicarles algunas coplas antes de visitar las casas para cantar ante los
altares.
Hasta
las 12 de la noche se entonan Alabanzas, a partir de la medianoche y hasta el
amanecer se comienzan a cantarse los Alabados, éstos son más tristes que las
Alabanzas y se diferencian porque el líder de cada grupo entona una estrofa y
los demás le contestan repitiendo los mismos versos.
“Me
impulsa a cantar la devoción por mis fieles difuntos”, reconoció Nelly Arriaga
Bellido, una de las solistas que, junto con sus amigos, recorrió Naolinco esta
noche.
“Me
parece muy interesante que aún se conserve esta tradición, es de México y no se
debe perder. Esto es algo nuestro y debemos seguir conservándolo por mucho
tiempo, por eso continuaré cantando mientras pueda”.
Por
su parte, uno de los vecinos de Naolinco que acudió al cementerio para
presenciar esta tradición prehispánica, Rubén Rodríguez Meza, señaló que ésta
no ha cambiado porque la gente sabe que es una herencia de los totonacas, y por
eso la valora.
Las
fiestas de los fieles difuntos y de todos los santos que se celebran los días
de muertos en todo el país, en el municipio de Naolinco tienen una connotación
muy especial, ya que estas fiestas arrancan con la noche de “la cantada”, misma
que consiste en visitar las casas donde se han elaborado los altares y entonar
allí los cantos de alabanzas y de los alabados; los cuales se tratan de un
tropo literario o juego de palabras que son creaciones de los habitantes de
este municipio.
Los
cánticos son dedicados a santos, mártires y a personas relacionadas con la
religión. La fiesta de “la cantada de la Noche” inicia cuando los grupos de
habitantes y creyentes de esta tradición se dirigen al cementerio a cantar
frente a la tumba de un familiar la primera cantada de la noche, y
posteriormente se desplazan de casa en casa entonándola respetuosamente.
La
tradición dicta que como muestra de agradecimiento de los cánticos, los dueños
de las viviendas ofrecen una copa de vino de fruta y los platillos preparados
para la ocasión, mientras que por las calles se cruzan niños, jóvenes y adultos
alternando las visitas a las diferentes viviendas.
La
noche de “la cantada” en Naolinco se convierte en un ir y venir constante por
las calles de Naolinco hasta la madrugada. Esta fiesta tradicional del pueblo
de Naolinco concluye hasta tempranas horas de la mañana con la visita al
cementerio.
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En nuestra escuela de Bachilleres "Lic. Angel Carvajal" que comenzó a trabajar en 1976 se celebra el día de muertos de una manera única.
Lo que se hace en la preparatoria es una celebración, con catrinas coloridas, se adornan y se hacen tipo representación de vida en esos tiempos, también se pone un altar hermoso que con ayuda de los estudiantes se va formando y queda de manera única con unos vitrales de papel china que adorna la pared, también se hacen parodias de cosas diferentes y la gente nos va a visitar con muchas ganas, de cerca o lejos, que año con año conocen todo lo que se hace aquí.


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